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He sacado
nueva novela, La boda de Natasha, y es de un estilo diferente a otras
que he hecho. Narración colectiva, 11 narradorxs.
Sí, once narradores, siete femeninos y
cuatro masculinos. Lo aprendí de varias colegas escritoras que suelen escribir
novelas narradas en primera persona. Ya había leído novelas en primera persona,
pero sólo un personaje narraba. Ellas aplicaron que podían ser dos y a veces
tres. Ello se mostraba con un capítulo distinto o varios párrafos separados por
el nombre de un personaje en negrita y subrayado.
Durante la escritura de la novela, que tiene
más de 160 páginas en documento de Word en Calibrí 14, fui cambiando el título
al final. Primero iba a titularse Blanche y Julien, una extraña pareja, por
dos personajes que iban a ser los protagonistas, pero luego otros personajes se
convirtieron en más importantes y los dejaron en papel más secundario. La
narración colectiva lleva a eso.
El lugar de la acción es en Francia, igual
que mis sagas de novelas Valentina y Magdalena Serra. La
inspiración la encontraba en el cine francés reciente y los grandes personajes
femeninos que el cine del país vecino tiene, de cualquier edad: niñas, adolescentes,
veinteañeras, treintañeras, maduras o ancianas. Es decir, lo contrario a las
adolescentes bobaliconas de las películas de Hollywood.
Y también por que el cine francés carece de
esos prejuicios puritanos de Hollywood que tanto le han hecho daño. Por ello no
me sorprendió cuando el mismísimo Steven Spielberg, siendo Presidente del Jurado
del Festival de Cannes del 2013, le dio la Palma de Oro a La vida de Adèle, película
radicalmente contraria a su estilo de cine, diciendo además a todo el mundo: “La
veré de nuevo en mi casa de Hollywood, en compañía de mis hijos”. Aparte la
mencionada, otras películas como Un amor de verano, Retrato de una mujer en
llamas o algunas con algún personaje lésbico secundario como El pastel
de boda o Un acuerdo original me inspiraron.
También me inspiraron películas con personajes femeninos
fuertes o con personalidad, un ejemplo es la adaptación al cine de Los ojos
amarillos de los cocodrilos, con grandes actrices como Julie Depardieu y
Emmanuelle Béart. La esencia de los personajes de La boda de Natasha están en las siete narradoras y
algún personaje femenino más que sale, como la novia de Pierre. O historias de
familias como la de otra novela llevada al cine, Quisiera que alguien me
esperara en algún lugar.
Esta vez quería tratar algo que no sale
mucho en mis novelas: una boda. Quizá por que no soy muy partidario del
Matrimonio, o como nos lo han vendido los tradicionalistas. Al final de la
tercera novela de Valentina, El cumpleaños de Valentina, ella y su novia
Ségolène acuden a una boda lésbica de dos amigas, y una de ellas les sugiere
casarse. No lo hacen, pero decidirán vivir juntas desde entonces.
Por ello se me ocurrió la boda entre dos
chicas. Es decir, no saco una boda tradicional, pero sí una boda LGTBI. Por un
colectivo que sufre ataques, y por que también pueden casarse. Y sin la carrincloneria
de los tradicionalistas, por que anda que ha habido bodas heterosexuales falsas
a millones desde el principio de los tiempos, con alguno de los cónyuges gay o
lesbiana que jamás tuvieron sexo entre ellos dos, pero sí con cualquier otra persona.
El cantante Cole Porter, favorito de Woody Allen, era homosexual y jamás consumó
su matrimonio con su esposa. Pero claro, ¿quién iba a sospechar que pasara eso en un matrimonio?
Una de las novias, Natasha, que da título a
la novela, es una escritora de romance lésbico. Me inspiro en varias escritoras
a las que admiro y que he leído parte de su obra en Amazon. Es una lástima que
su obra sea poco conocida para el gran público debido a la orientación sexual
de sus personajes y de ellas mismas, cuando en las librerías sólo vemos novelas
románticas heterosexuales, con alguna excepción.
Veremos extractos de alguna novela suya
leeremos, con mucha ironía y tratando de hundir tópicos, como cuando su
protagonista acude a una clase de un instituto como lesbiana para oír preguntas
tipo “¿En una pareja lésbica quién es el hombre?”, y ella lo desmiente
con frases como “Las lesbianas somos dos mujeres” y “Si a una pareja
homosexual les preguntas quién de los dos es el hombre, sería un insulto para
ellos”.
Otra característica de la novela son los abuelos de Natasha,
divorciados y cada uno con una pareja mucho más joven. Guillaume, el abuelo,
dejó a su mujer por Laura Kate, la jefa de las animadoras de Los Ángeles Lakers.
Sandrine, la mujer, rehará su vida con hombres jóvenes, de la edad de Laura
Kate. Para el personaje de ella me inspiré en la actriz Fanny Ardant, la cual
ha encarnado varias veces personajes de mujer libre o con una manera de ver la
vida diferente.
Además, Fanny Ardant nunca se ha casado, tuvo
tres hijos, cada uno de un hombre diferente, entre ellos el cineasta François
Truffaut, para el cual trabajó en sus dos últimas películas antes de su muerte
en 1984, a los 52 años, por un cáncer. Me decidí por presentar así el personaje
al ver la película Mis días felices, donde una mujer madura y abuela se
lía con su joven profesor de Informática, y donde Ardant borda su personaje
como sólo las actrices francesas saben hacerlo.
Quise demostrar que el amor no entiende de
edad. Y sobre todo cuando es la mujer la mayor de la pareja: ahí tenemos el ejemplo
de Brigitte, la esposa del Presidente francés Emmanuel Macron, 25 años mayor
que su marido. Las mujeres maduras tienen el mismo derecho a amar a alguien más
joven que ellas, no sólo ellos. A Anthony Quinn o Julio Iglesias padre les
llamaban triunfadores por que sus últimas esposas era muchísimo más jóvenes y
tuvieron con ellas su último hijo con más de 80 años de edad. Como si hubieran engendrado
a su propio nieto. Pero en una mujer, ello era condenado. Por eso, Brigitte
Macron es un símbolo para las mujeres de que las costumbres cambian, al menos
en Occidente.
Y otro personaje con gancho precisamente se
llama Fanny, como Ardant, aunque sale un poco menos: una de las nietas, que
será Profesora de Literatura Francesa y que tiene a la escritora Colette como
una de sus favoritas. El espíritu de la novela es el de la misma Colette, que
desafió las convenciones sociales y morales de su tiempo, siendo además
bisexual. Su vida se llevó al cine hace poco, con la británica Keira Knightley
encarnándola.
No queremos describir todos los personajes
uno por uno, sino que los vayan descubriendo leyendo la novela, que al
corregirla vi que había muchos detalles muy ricos en complejidad, que no se
pierden pese a la narración en primera persona, que de niño no aguantaba muy
bien por que tendía al monólogo del narrador por encima del progreso de la
trama, como me pasaba con Viaje al centro de la Tierra de Jules Verne,
con más narración que diálogos.
En esta novela hay muchas veces la ironía habitual
en mi obra, sobre todo en el inicio, donde Natasha recrea en una novela suya un
ambiente que ella conoce, burlándose de la manera de tener sexo de unos
parientes suyos, a veces de manera sangrienta, metafóricamente hablando.
También hay varias referencias culturales, y
la más importante es la obra teatral Cyrano de Bergerac, que les sonará
a quienes lean esto por la película protagonizada hace 30 años por Gérard
Depardieu, y por la película reciente en donde se contaba el proceso de
creación de la obra. Otra de las nietas, Roxanne, sentirá la obra como propia o
se identificará con su antihéroe protagonista por que también se sentía mal en
amores, al durarle poco. Paradójicamente se llama Roxanne, como el amor
imposible de Cyrano. Pero la Roxanne de la novela encontrará un nuevo amor en
la persona de su mejor amiga, la costamarfileña Alessia, de manera gradual, romántica y apasionada.
Pero quien sorprenderá más por cómo
encuentra un nuevo amor será Xavier, el padre de Natasha, actor, que como su
sobrina Roxanne descubrirá que su sexualidad es otra y la encontrará desde el momento
en que compartirá escena con un amigo actor, donde según el guión tienen que
besarse. Me inspiré para el personaje en el actor Louis Garrel, al cual hemos
visto en películas de su padre, Philippe Garrel, u otras dirigidas por él mismo,
e incluso en películas donde encarnaba a personajes reales como el cineasta Jean-Luc
Godard o el militar Alfred Dreyfus. Garrel protagonizó en el 2007 Les
chansons d’amour, mezcla de musical y drama romántico, inédita en el Estado
español, donde su personaje acabará enamorándose de otro hombre al fallecer
repentinamente su novia. Es a él a quien veo cuando Xavier se enamora de su
colega actor.
El sexo descrito en la novela es explícito,
no podía esta vez sugerirlo, como hago en las novelas de Valentina. Es claro y
directo, además lo quise describir de manera agradable. En tres orientaciones
sexuales: hetero, lésbico y homosexual. Aquí no hay ni sadomasoquismo, ni malos
tratos, ni acoso sexual. Mis personajes, cuando tienen sexo, es por que
quieren, aquí y en las demás novelas.
Hay una subtrama que parece diferente a las
demás, y la viven Margot, una de las hermanas, y Pierre, uno de los nietos y
sobrino de la primera. Margot es policía y descubrirá quien es el misterioso
hombre que intentó atentar contra Pierre y su novia Athenea. Me inspiré en series
como Los bastardos de Pizzofalcone y Julie Lescaut, sobre todo para
el ambiente en la Comisaría.
Y también son constantes las alusiones a la
música, de cantantes diferentes como Bob Dylan, Bee Gees, Queen o cantautores
franceses como Georges Brassens.
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